Hoy entrevistamos a Carles Altès, coach ejecutivo de Talentis, quien nos comparte su visión sobre los retos que enfrentan los líderes en el mundo actual y nos cuenta más sobre su trayectoria y aprendizajes como coach.
Lo que más me fascina de mi trabajo como coach es el proceso de reinvención de la identidad que vive cada persona y el efecto dominó que tiene en sus equipos y organizaciones. Durante un proceso de coaching, el coach actúa como un espejo, reflejando las historias que la persona se cuenta a sí misma para ayudarle a entender aspectos más profundos de su personalidad. Esto nos permite ver y entender mejor quiénes somos y cómo nos relacionamos con el mundo. Desde este espacio interno es desde donde podemos transformarnos, resolver creencias limitantes y conectar con una versión más auténtica y poderosa de nosotros mismos.
Acompañar a las personas en este proceso es lo que más me apasiona, porque muchas veces trabajamos con patrones muy inconscientes que, por nuestra cuenta, son difíciles de identificar. Reconocer y actuar sobre estos patrones inconscientes impacta en la persona liberando energía y generando nuevos comportamientos. Como una carambola, este cambio personal fomenta un cambio cultural en equipos y organizaciones, impulsando una reinvención colectiva.
Un caso de ejemplo fue el caso de una líder con la que trabajamos en una organización. Ella se sentía desbordada, atrapada en una dinámica en la que pasaba gran parte de su tiempo revisando el trabajo de su equipo y dando feedback correctivo que no generaba valor. Esa era la cultura establecida en la empresa, y pensaba que no era posible cambiarla. Trabajamos en sus creencias limitantes y redefinió su rol como líder y prioridades de acción. Estableció un cuadro con criterios claros para que los miembros de su equipo pudiesen autoevaluarse antes de enviar los reportes. Este cambio fue decisivo: no solo la empoderó a ella, sino que también transformó la dinámica del equipo, generando una colaboración más equilibrada y efectiva.
En 2008 viví mi propio periodo de crisis y reflexión personal que marcó un antes y un después en mi vida. Me hice preguntas esenciales sobre quién era, qué valoraba y qué quería aportar al mundo. Eso impulsó que dejara el mundo corporativo y de las ventas donde había desarrollado mi carrera profesional para reconectar con el mundo de las humanidades donde me había formado. Durante ese periodo, decidí estudiar coaching y desarrollo de personas, en parte para encontrar mis respuestas y también para reforzar una vocación. En ese camino descubrí que el coaching era algo que se me daba bien, que ya utilizaba de manera intuitiva y que aportaba valor y que podía ganarme la vida acompañando a otras personas que ocupan posiciones de liderazgo.
Desde entonces, mi misión ha sido contribuir al liderazgo, ayudando a las personas a tomar más conciencia de sus patrones, formas de pensar y maneras de actuar, para construir un mundo más humano y consciente. Continúo formándome en distintas herramientas y metodologías para acompañar de manera más efectiva a las personas en sus procesos de cambio y desarrollo. Para mi es fundamental entender y actuar sobre las organizaciones. Estoy convencido que un liderazgo efectivo propicia organizaciones más saludables y adaptables, y esto hace que haya personas más realizadas y sociedades más felices.
Uno de los mayores retos es gestionar el desbordamiento de estrés y el ritmo acelerado que hemos establecido ya como normal. Muchas personas llegan a la oficina y, literalmente, a los 5 minutos ya están respondiendo correos y funcionando en un nivel de interacción con el entorno altísimo. Este ritmo se mantiene durante todo el día, sin pausas reales, y siempre conectados al móvil o a las redes.
Estamos siempre en el HACER. Esta dinámica genera fatiga y falta de claridad mental. Cuando operamos en piloto automático, tomamos decisiones reactivas y perdemos nuestra capacidad de reflexión. Esto no solo afecta a los líderes, sino también a sus equipos, que a menudo adoptan dinámicas de dependencia: "Si va lento, ya lo hago yo." Esto frena la autonomía, la innovación y la capacidad de tomar decisiones informadas.
Hay que integrar en las dinámicas espacios para poder SER, tanto de manera individual como colectiva. Reflexionar quiénes somos y hacia donde vamos. En una organización hemos descubierto que lo que más pide la gente son "espacios de innovación y aprendizaje colectivo". Necesitamos poder aprender constantemente, construir criterios comunes que nos aporten innovación y seguridad en entornos complejos, fomentar el pensamiento crítico y creativo en grupo y no solo ejecutar.
El coaching ofrece un espacio de lentitud y reflexión para producir valor, algo que considero esencial. Es un momento en el que el ruido del día a día se detiene para reflexionar, tomar distancia de la inercia, observar y reconocer el piloto automático y generar nuevos mecanismos de adaptación al entorno.
En ese espacio, el rol del coach es clave para que se genere valor y transformación. Tenemos muchas herramientas tanto del mundo del management como de la psicología para provocar nuevas miradas e incitar a la acción. Somos guías que acompañamos a personas y equipos en la exploración de su mundo, ayudándoles a identificar patrones inconscientes, redefinir prioridades y storytelling para poder generar nuevas formas de pensar, comunicar y actuar.
Necesitamos entrenar el liderazgo en el uso del pensamiento crítico y creativo. Hay que entrenar las habilidades sistémicas para la gestión de equipos. El líder tiene una función básica en generar espacios de dialogo productivos, donde se pueda debatir y disentir para llegar a nuevos acuerdos. Hay una creencia limitante a veces en que evita el debate para evitar el conflicto. La verdad es que el debate bien conducido, las dinámicas de RedTeamThinking nos ayudan a pensar como si fuéramos nuestro peor enemigo y eso es útil para generar nuevas visiones que nos ayuden a hacer más resilientes nuestras estretgias, incrementan la capacidad de adaptación generando a la vez claridad, capacidades nuevas, cultura de innovación y mayor grado de confianza colectivo.
Estudié constelaciones sistémicas porque me fascinó la manera en que permiten identificar los lazos invisibles o "hilos rojos" que conectan a las personas con los sistemas y estructuras a las que pertenecen, ya sean familiares, organizacionales o culturales. Estas dinámicas, a menudo inconscientes, influyen profundamente en cómo nos relacionamos, tomamos decisiones y actuamos.
Los movimientos sistémicos nos ofrecen una visión de cómo interactúan las personas y roles dentro de un equipo. Muchas veces, las tensiones o bloqueos en un sistema surgen porque el poder está en desequilibrio: hay miembros que asumen más de lo que les corresponde y otros que no toman la responsabilidad que se les supone. A través del coaching sistémico, ayudamos a identificar estos desequilibrios y a crear un entorno donde el poder y las responsabilidades se distribuyan de manera más equilibrada y funcional.
Estas dinámicas ayudan a liberar tensiones individuales, permiten que el equipo trabaje de manera más cohesionada y alinee sus esfuerzos entorno a un propósito común. Este equilibrio en las dinámicas de poder es clave para que los líderes puedan conectar y trabajar en sincronía con su equipo.
Es esencial en cualquier organización para avanzar en la corresponsabilidad. El poder no es algo inherente a la jerarquía. En los sistemas y estructuras en los que participamos, el poder está distribuido y cada persona tiene una responsabilidad: cómo se presenta, qué habilidades aporta y cómo las ejercita, influye en el equilibrio del sistema.
La metáfora del jinete y el caballo ilustra este punto a la perfección. El jinete puede marcar una dirección, pero no tiene más fuerza que el caballo. Si el caballo no quiere moverse, no lo hará, por mucho que el jinete lo intente. Esto nos enseña que el poder no está solo en el liderazgo formal, sino que es compartido por todos los que forman parte del sistema.
En el contexto del liderazgo, esto significa que los líderes necesitan trabajar en sincronía con su equipo, creando un espacio donde cada miembro pueda expresar su poder y contribuir al propósito colectivo. El liderazgo efectivo no es cuestión de control, sino de liberar el potencial del grupo, fomentando un entorno donde las personas asuman su rol con confianza, autonomía y compromiso. Hay que enfocar en la horizontalidad más que en la verticalidad.
Ahora mismo estoy leyendo Franqueza radical de Kim Scott. Es un libro fascinante que trata sobre cómo liderar con empatía y al mismo tiempo ser directo, dos habilidades esenciales en cualquier entorno profesional. Lo que más me está gustando es cómo conecta con la idea de establecer relaciones auténticas basadas en la confianza y la claridad.
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