Con las diferentes crisis y reorganizaciones, atravesamos momentos de miedo, tristeza, ira. Las emociones forman parte de nuestra vida, es normal, pero la pregunta que surge cuando hablamos de inteligencia emocional es: ¿cómo influyen las emociones en nuestro comportamiento en el trabajo?
La inteligencia emocional no consiste en negar las emociones, ni en gestionarlas como si pudiéramos ponerlas en casillas. Las emociones están ahí, viven y es normal. Forman parte de nuestra mente, de nuestro cuerpo, de nuestra manera de ser. El tema con la inteligencia emocional es: ¿cómo no dejarnos abrumar por nuestras emociones? ¿Cómo no ser dominados por ellas?
Hay cuatro emociones básicas que son muy conocidas: la alegría, el miedo, la tristeza y la ira. A veces añadimos otras dos que son la sorpresa y el asco. La primera dimensión de la inteligencia emocional es ser consciente de estas emociones. Ser consciente porque, desde el momento en que sentimos estas emociones, impactan nuestra forma de relacionarnos con los demás. No reaccionamos de la misma manera si sentimos ira o alegría.
La segunda dimensión de la inteligencia emocional es la expresión de las emociones. Ser capaz de hablar de ellas, decir: "Hoy estoy en tal estado de ánimo, por lo tanto, soy muy eficiente", o al contrario: "Estoy cansado y necesito concentrarme para trabajar de manera óptima." Es simple, a veces, decir:"Estoy contento", expresar la alegría, también es una expresión de la inteligencia emocional. Ser capaz de hablar de estas diferentes emociones que nos atraviesan: la alegría, el miedo, la tristeza, la ira, la sorpresa o el asco.
La tercera dimensión de la inteligencia emocional es cómo nos relacionamos entre nosotros. La expresión es lo que digo, pero en la relación, está lo que digo y lo que los demás me dicen, cómo lo recibo, cómo podemos ser fluidos en nuestras relaciones. Sentimos emociones, pero la persona frente a nosotros también, y no siempre estamos en el mismo lugar. ¿Cómo acogemos también las emociones? ¿Cómo acogemos lo que le sucede al otro cuando le anunciamos una noticia, sea buena o mala? ¿Cómo somos capaces de gestionar las relaciones, la dinámica del intercambio?
La cuarta dimensión de la inteligencia emocional es la toma de decisiones. Según si somos capaces de hablar con varias personas, escuchar lo que nos dicen, expresar nuestras dudas, nuestras preguntas, etc. Esto favorece la recolección de buena información. También nos permite gestionar los imprevistos, las dudas, las preguntas que podemos tener. Facilita, en definitiva, la toma de decisiones.
Para terminar, pero no menos importante: la quinta dimensión de la inteligencia emocional es la gestión del estrés. ¿Cómo gestionamos el estrés? ¿Nos dejamos abatir por él? ¿Somos capaces de buscar nuevas soluciones, acudir a otras personas, apoyarnos en nuestro entorno para encontrar soluciones? Todo esto forma parte de la inteligencia emocional. La buena noticia es que la inteligencia emocional se desarrolla. La experiencia de vida, simplemente, nos lleva a desarrollar nuestra inteligencia emocional. Lo interesante también es que, para desarrollarla, vamos a identificar nuestras fortalezas y apoyarnos en ellas, creando un círculo virtuoso, donde al apoyarnos en nuestras fortalezas, logramos desarrollar nuestra inteligencia emocional.
Es un tema amplio que puede desarrollarse aún más, pero empezar por dominar estas cinco dimensiones es la mejor manera de dominar, a largo plazo, la inteligencia emocional y aprovecharla en el ámbito profesional, pero también personal.
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